Filariosis

Una grave enfermedad conocida como la del "gusano del corazón" que sí puede prevenirse

Los perros y gatos que padecen filariosis albergan en el corazón un número indeterminado de gusanos con longitudes superiores a los 30 cm. Suena mal, ¿verdad? Pues bien, para evitar que tu mascota se convierta en uno de los miles de afectados que actualmente viven en España, toma precauciones y lee con atención.

DIRECTAS AL CORAZÓN

El parásito que causa la filariosis es un nematodo que tiene nombre y apellidos: dirofilaria immitis. Su supervivencia solo depende de una cosa: colarse en el torrente sanguíneo de cualquier perro o gato, llegar a su corazón y alojarse ahí hasta alcanzar un tamaño que en el peor de los casos supera los 30 cm.

Para lograr su objetivo se ha buscado tres aliados, los mosquitos del género Aedes, Culex y Anopheles. Solo ellos pueden trasladar la larva de la filariosis al interior de la mascota. ¿Cómo? Inyectándola al torrente sanguíneo de la víctima a través de un picotazo.

Una vez allí, todo es coser y cantar: la larva se mezcla con la sangre y viaja cómodamente hasta el corazón, donde buscará acomodo para dar rienda suelta a su apetito. Tras varios banquetes de sangre, la diminuta larva se convertirá en un gusano adulto de dimensiones considerables.

CICLO FATAL

Pero… ¿cómo logra este feroz parásito meterse dentro del mosquito? Es la pescadilla que se muerde la cola. Nos explicamos: cuando uno de los mosquitos aliados pica a un animal infectado adsorbe, junto a la sangre, formas inmaduras del parásito (microfilarias). Estas, una vez dentro del mosquito, tardan entre 8 y 18 días en desarrollarse.

Si el portador pica a un animal antes de que las microfiliarias estén maduras, las muy astutas no desaprovecharán la ocasión: se introducirán igualmente dentro del animal, solo que, en vez de viajar directamente al corazón, se tomarán unas vacaciones alojadas en los músculos o en los depósitos de grasa de su víctima.

¿Un animal enfermo puede contagiar al hombre? 

 

Sí, la enfermedad la padecen tanto animales como seres humanos. Por fortuna, nuestro sistema inmunológico sí puede frenar el desarrollo de las microfilarias. En el peor de los casos, sufriremos molestias intestinales y algún vómito, pero nada importante.

Allí completarán muy a gusto su crecimiento. Y después, ya crecidas, se lanzan al torrente sanguíneo para alcanzar el corazón. Sí, estas larvas son unas okupas y unas gorronas, pero no hacen las cosas a lo loco, tienen su estrategia.

OKUPAS Y PENDENCIERAS

El problema de los afectados no es la merma de sangre ni las larvas. Lo grave es el número indeterminado de microfilarias que se harán adultas, convirtiéndose en gusanos de 12 a 30 cm. Todos ellos permanecerán cerca del corazón, alojados en las venas y vasos próximos. Se harán gusanos adultos en seis meses desde la infestación. Y cuando esto ocurra, las arterias pulmonares y el corazón no van a quedar inmunes.

El daño en las arterias pulmonares dependerá de la cantidad de inquilinos y de la edad del infectado. El primer daño aparece cuando el parásito, en su intento de desplazarse, erosiona las paredes de las arterias y altera su estructura, que pasa de lisa a rugosa. Según van creciendo, obstruyen el flujo de sangre y la tensión arterial se dispara.

Las zonas de España con más filariosis canina 

 

Los estudios dicen que tres de cada cuatro amos no saben que reside en una zona de riesgo. Las zonas más afectadas son las Islas Canarias, donde más de 59% de los perros desarrollaba la enfermedad antes de las campañas de concienciación. Le siguen Ibiza (49%), Huelva (37%), Salamanca (33%), Alicante (18%), Barcelona (12,7%) Cádiz (12%) y Badajoz (8%). 

 

OJO: Los expertos alertan de que el cambio climático está alterando el patrón. Zonas como La Coruña, por ejemplo, ya han registrado un número elevado de contagios.

El daño en el corazón se produce porque este órgano intenta compensar los problemas circulatorios que provocan los parásitos. El incremento de trabajo provoca un aumento de su tamaño (hipertrofia), con consecuencias desastrosas. Si no se pone remedio, antes o después habrá fallo cardiaco.

TRATAMIENTO AGRESIVO

No hay fármaco capaz de tratar todas las formas y edades del nematodo. El afectado deberá tomar varios medicamentos. Una lucha sin cuartel que no todos los perros pueden soportar. Las sustancias son agresivas y afectan a varios órganos, fundamentalmente hígado y riñones.

Los ejemplares en tratamiento sufrirán vómitos, diarreas, inapetencia y, posiblemente, trastornos cutáneos. El tratamiento durará un tiempo indeterminado y no finalizará hasta que los análisis garanticen que no queda una sola microfilaria viva dentro del organismo.

Llegado este feliz momento, toca recuperarse con una dieta rica en nutrientes, suplementos vitamínicos y minerales y grandes dosis de mimos.

PREVENCIÓN, PREVENCIÓN Y PREVENCIÓN

Es mucho más sencillo prevenir la filariosis que tratarla. Existe una sustancia que sí mantiene a raya a estos indeseables parásitos. Algunos de sus nombres comerciales son Cardotek (perros) y Milbemax (gatos), entre otros. Se administra todos los meses entre abril y noviembre, y carece de efectos secundarios, excepto en los Collies, cuyo organismo no tolera este compuesto.

SÍNTOMAS DE ALARMA

 

 

La filariosis provoca tos, dificultad para respirar, apatía, pérdida de peso, hemorragias nasales, aumento del ritmo cardiaco (taquicardias) y respiratorio (taquipnea). Algunos ejemplares también desarrollan intolerancia a la luz (fotobobia), trastornos en las glándulas salivares y nódulos cutáneos.

El animal infestado saldrá adelante con la medicación adecuada

Aun así, el análisis de sangre es la única prueba definitiva. Confirmado el diagnostico, habrá que evaluar el alcance de las lesiones con una radiografía de tórax y una ecografía cardiaca. Existen casos asintomáticos, pero esto no significa que la enfermedad sea más leve.

 

Ilustraciones: Lucía Valdivia

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