Box y Paula

(Y un matón llamado Raspa)

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Box es un precioso Shar Pei sin arrugas. “Se le fueron con los años”, nos cuenta su dueña. Box y Paula son tal para cual. Ella rebosa alegría, inteligencia y sentido del humor. Él es dulce, amable, cariñoso y rompe en mil pedazos la leyenda negra de una raza que nació para luchar. “¿Perro de pelea? –pregunta Paula con ironía- . Me cuesta imaginar a los ancestros de Box combatiendo con alguien. Si existe un perro paciente, tranquilo y tolerante, ese es él”, añade Paula mientras lo besa con entusiasmo, momento que recoge la fotografía que acompaña esta historia.

Un «compi» territorial

Paula sabe de lo que habla. Box convive desde hace cuatro años con un Teckel Kaninchen de Pelo duro que es pura dinamita. “Tiene un carácter complicado y siempre está retando a Box. No es que se lleven mal, solo que Raspa, el Teckel, tiene un pronto difícil”. Su dueña nos cuenta alguna de las diabluras territoriales de Raspa, que van desde meter su hocico en la escudilla de Box hasta intentar quitarle -sin éxito- todo lo que Box considera suyo (cama, manta, juguetes…), y alguna cosa más que no contamos… Lo cierto es que tras escuchar a Paula lo verdaderamente difícil no es el carácter de Raspa, sino entender cómo Box aún no se ha merendado a su colega de un bocado…

“¡Qué no! –protesta Paula-No es para tanto. Además, Box sabe encajar muy bien los arranques de Raspa”. En este instante, Paula se calla, nos mira y nos dice muy seria que “si me cuentas que los antepasados de Raspa fueron unos mantones de ring en la China milenaria, me lo creo; lo gracioso es que, según tengo entendido, fueron unos disciplinados cazadores. ¿Me equivoco?”.

En absoluto, y no solo eso, el Teckel es una raza tranquila y hogareña. Eso sí, algunos ejemplares son algo pendencieros. “Pues eso –apunta Paula con firmeza- será que Raspa lleva los genes del líder de la manada. ¡No es su culpa!”, justifica su dueña mientras lo toma en brazos con inmensa ternura. Sin embargo, todos sabemos que si no fuera porque lo que tiene Raspa de impulsivo lo contrarresta el buen carácter Box, ahí iba a haber algo más que fricciones. Ríanse ustedes de la rebelión China de An Lushan

“El mejor recuerdo de mi infancia”

Box llegó a casa de Paula hace siete años, cuando su dueña era aún una niña. “Ha sido el mejor regalo de mi infancia. Fue verlo y sentir un flechazo que aún me dura. Lo adoro”. Cuando le pedimos que intente explicarnos algo más sobre ese flechazo, guarda silencio, pero al poco nos pone en escena. “Imaginad a una niña de 13 años que lleva toda la vida soñando con un perro. Llaman al timbre, abre la puerta y ve una enorme caja de cartón con un lazo azul. La desenvuelve y ahí está él, un cachorrillo de ojos azules con todas sus arruguitas. No hay palabras que describan ese instante, solo lágrimas, emoción, incredulidad…”.

Box nació en Valencia a principios de octubre de 2013, y llegó a casa de Paula el 23 de diciembre, “una de las fechas más importantes de mi vida”, afirma su dueña. “Box me conquistó nada más verlo. Y hoy sigo tan prendada de él como en aquella Navidad, cuando comenzó a palpitarme el corazón mientras abría una enorme caja que emitía un leve ronroneo”.

Box sabe llorar. ¡Confirmado!

Paula habla despacio, saboreando los recuerdos de aquellos primeros días, y así llegamos a un momento que tiene grabado con especial ternura. “Recuerdo el primer día que me separé de Box. Fue cuando terminaron las vacaciones de Navidad y tuve que volver al colegio. No dejé de pensar en él un solo instante. Cuando nos reencontramos por la tarde, ambos lloramos de alegría”.

Los perros no lloran, le corregimos. “Box sí –asegura Paula-. Ese día gimió y sollozó de alegría cuando volví del colegio y me abracé a él”.

Cierto o no, la complicidad entre Paula y su Shar Pei es excepcional. Box no ha perdido de vista a su dueña un solo instante durante la conversación que ha mantenido con The Pets. Una muy vieja leyenda china dice que los Shar Pei guían los pasos de sus dueños sin que éstos lo perciban. ¿Hacia dónde? Hacia dónde merezcan. Si esto es así, Paula puede caminar sin miedo, con paso firme y sonrisa al frente. Box vela por ella (y Raspa también).

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