No son cochinos, tampoco tienen extrañas inclinaciones sexuales y su chulería está lejos de ser congénita. Instinto y educación no siempre son conciliables.
Hay ciertas actitudes caninas excéntricas, pero saludables. Otras, por el contario, deben ser corregidas con mano firme. ¿Cómo distinguirlas? Vamos a por ello, pero no solos, Alejandro Uría, experto en comportamiento canino, nos echa una mano.
Acoso sexual
… ¡a las piernas del vecino!
¿Cuántas veces tu perro ha creído ver en una pierna cualquiera la llamada del amor? Suponemos que más de las deseadas, pero no te confundas, no es un obseso sexual, ni tampoco ha abrazado con furia la Teoría Queer; tan solo necesita desfogar su instinto. Esta pasión desatada por las piernas (o por muñecos u otros objetos) puede incrementarse cuando anda cerca una hembra en celo. Su olor -¡no lo dudes!- impregna cada esquina y rincón de las calles cercanas, y él siente cómo su instinto se inflama. Sin embargo, al no poder acceder a la hembra, da rienda suelta a su instinto sobre la primera extremidad, muñeco o pata de mesa que le salga al encuentro.
¿Hay qué corregirlo? Sin duda alguna. ¿Por qué? En la naturaleza, únicamente los machos dominantes tienen derecho a las hembras, y si el dueño consiente esta actitud, el perro podría interpretarlo como un signo de debilidad. E imagina que diría tu abuela si descubre que tu perro te torea porque duda de tu autoridad… no comment.
DUERME CON UN OJO ABIERTO
…y el otro también
Parece que sueña profundamente, pero no es así: su oído está alerta. Bastará con que escuche un sonido extraño para que todo su cuerpo dé un respingo. ¿Por qué? Este comportamiento es una herencia de sus ancestros, y permanece porque ha salvado la vida a muchos de sus antepasados. En la naturaleza los peligros acechan a todas horas, y más durante el sueño. El descanso es necesario, pero no hay que bajar la guardia, porque te juegas el pellejo.
¿Hay que corregirlo? Depende de las necesidades particulares de cada amo. Puede que los vecinos te pongan a caer de un burro tras escuchar por milésima vez los ladridos de tu perro y que tu civismo te anime a reeducarlo. En este caso, echa un vistazo a esta zooconsulta. Por el contrario, quizás quieras que te avise de cualquier sonido de allende los mares. Si no tienes vecinos cerca, estás en tu derecho. Si no es así, puede que te busques un lío. El Código Civil y de las Ordenanzas Municipales regular el ruido entre vecinos. Echa un vistazo aquí.
METE SU NARIZ
… ¡en el trasero de sus colegas!
Una caja grasienta, una caca, las sucias nalgas de un colega… Su hocico acude veloz a todo lo que cualquier humano en su sano juicio consideraría repugnante. Y aunque nadie niega que tengamos –por fortuna- gustos bien distintos, tampoco hay que ser tiquismiquis. El animal no es un cochino, solo recaba información. Su olfato tiene una función semejante a nuestra vista, y con el hocico percibe el mundo que le rodea.
Cada olor es procesado y almacenado en su particular banco de datos, y cuando olfatea el trasero de su compañero consigue eso, datos, y muy valiosos: su sexo, intenciones y hasta su rango social. Digamos que es como si conversara amigablemente con un amigo.
¿Hay que corregirlo? No conviene poner freno a sus paradas olfativas, salvo que vayan tras la pista de indigestas basuras. Oler es, para él, un hábito tan saludable como respirar; si reprimes su instinto, le privas de una función vital.
LADRA AL VACÍO
¿Estará tarumba?
No entiendes por qué ladra: ya ha comido, ha salido y no hay nadie tras la puerta. Si le miras o le hablas, parece que se anima más. ¿Por qué lo hace? No ladra en balde. El motivo radica en su finísimo oído. Si el hombre detecta entre 16.000 y 20.000 vibraciones sonoras por segundo, él percibe –ojo al dato- entre 70.000 y 100.000 vibraciones por segundo. Cuando nuestros oídos solo perciben silencio, él escucha ruidos, y si éstos le parecen extraños o potencialmente peligrosos, puede que intente avisarnos de que algo ocurre allá, a lo lejos. También puede suceder que solo quiera responder a unos ladridos lejanos.
¿Hay que corregirlo? Si ladrar o aullar al vacío se convierte en un hábito, habrá que ayudarle a entender que no es necesario reaccionar a todo cuanto escuche más allá de sus fronteras. Lograrlo no es difícil. Si conoce el significado de la palabra NO, está bien educado y respeta a su amo, en poco tiempo lo entenderá.
¡ES INSACIABLE!
Su estómago no tiene fondo
Tan pronto llega la hora de comer, dejas de tener perro: muta a máquina devoradora. Si le pusieran otra ración, actuaría igual, y así hasta reventar. ¿Por qué no se sacia nunca? Sus ancestros salvajes competían entre ellos por el alimento. Cuando una presa era abatida, el que comía más rápido ingería mayor cantidad de alimento y tenía su estómago lleno durante más tiempo. Su naturaleza sabía que pasarían días hasta encontrar más comida.
«Muy bien, pensarás, pero mi perro come todos los días y no tiene que luchar por ningún pedazo de alimento». De acuerdo, pero existe lo que llamamos herencia genética, y los cambios evolutivos tardan generaciones en adaptarse a situaciones nuevas. La voracidad canina es innata.
¿Hay que corregirlo? Hay que aceptar que la inmensa mayoría de los perros vendería su rabo por un plato de comida, y no existe modo alguno de evitarlo. Es a los dueños a quienes corresponde dosificar las raciones, no ceder a su glotonería y mantener un horario de comidas regular.
SE REVUELCA EN PORQUERÍAS
¡Es un auténtico cochino!
Es un asco, de acuerdo, pero ellos disfrutan muchísimo restregando su cuerpo en barro, heces, carroña… No está muy claro por qué lo hacen, aunque hay varias explicaciones posibles. Parece que les proporciona un gran placer ir apestando por ahí: cuanto más fuerte y desagradable sea el olor, más atractivo resultará para sus colegas. Y eso mola, es como un Instagram olfativo: su olor les hace ganar en popularidad y respeto.
Otra versión apunta justo a lo contrario: su objetivo sería pasar inadvertido. Se impregnaría en otros olores fuertes para ocultar el suyo propio. Los defensores de la versión señalan que esta táctica, utilizada por el lobo para acercarse a sus presas, la han heredado los perros. Y defienden que se revuelcan en porquerías por instinto de supervivencia, no por gusto (¡que también!).
¿Hay que corregirlo? Claro que sí. Habrá que reñirle con firmeza cada vez que lo intente. Si finalmente lo logra, Julián Patiño, experto en comportamiento animal y asesor de The Pets recomienda «ponerle la correa, regresar a casa e ignorarlo durante el camino de vuelta. Ya en el hogar, habrá que recuperar la normalidad».
ES MÁS CHULO QUE UN OCHO
¿Quién tiene la culpa?
A la mínima oportunidad se sube al sillón, mete la nariz en la basura y no atiende a tus llamadas. No lo dudes, te está chuleando. Es cierto que cada perro tiene su carácter y que éste también está determinado por la raza, pero lo más probable es que su educación haya tenido fallos de disciplina. Haz memoria: todos los momentos que has permitido que pusiera las pezuñas donde no debía, que te ha dado pena corregirlo o que has intentado ganarte su cariño permitiendo trastadas, han modelado su comportamiento. Puede que no los recuerdes todos, pero él sí.
¿Hay que corregirlo? Si no quieres ser un esclavo de sus caprichos, tendrás que reeducar a este tirano de cuatro patas. No es tarea fácil, pero tampoco imposible. Si pones en práctica las pautas para corregir a tu adulto resabiado obtendrás resultados en unos tres meses. ¡Garantizado!