Miedos Irracionales

Cómo actuar cuando el perro entra en pánico (y no hay motivo aparente)

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Miedos irracionales en perros

Todo va bien, pero de repente mete el rabo entre las patas, tiembla, se esconde… ¿Por qué? En The Pets hemos recibido un buen puñado de consultas preguntando el por qué de estos miedos irracionales. Detrás de ellos hay una experiencia que urge identificar y neutralizar. Las pautas para lograrlo las dan los especialistas de The Pets.

Hay que alertar de que algunas de las historias que vamos a contar tienen principio y final porque proceden de la experiencia directa de nuestros asesores, mientras que otras son consultas hechas directamente a de The Pets. Quizás la más triste lleva la firma de Cristina Lorenzo, una joven madrileña que nos cuenta cómo Roco, su poderoso Pastor Alemán, agacha las orejas y huye desmelenado cuando se cruza con otro perro, por pequeño que sea.

APRENDIENDO A SOCIALIZAR MEJOR

Posiblemente Roco no haya sociabilizado bien durante su etapa de cachorro. Cristina no detalla que el temor se deba a una mala experiencia, en cuyo caso la estrategia a seguir sería diferente. Partiendo de la base de que el animal teme a sus colegas por una carencia relacional, el plan pasaría por aumentar las salidas a lugares frecuentados por colegas, pero a cierta distancia de ellos y bien atado, así no podrá salir huyendo.

LA SOBREPROTECCIÓN ES CAUSA SEGURA DE MIEDOS GENERALIZADOS E INJUSTIFICADOS

El amo no debe mostrar inquietud ni sobreprotección. Su actitud de confianza es determinante para el perro. Conviene que el amo acaricie a los perros que se acerquen a olisquear y que lleve a mano algún juguete o golosina para que, una vez que el colega se retire, recompense de algún modo el temple del miedoso. Pero cuidado con premiar siempre. No es bueno. Digamos que una vez de cada cinco, al principio; y una de cada diez, poco después; hasta que unas palabras cortas y cariñosas basten.

PERDIENDO EL MIEDO A LOS COLEGAS

Carolina Echevarría, etóloga y asesora de The Pets, propuso una estrategia fetén al dueño de un mestizo al que le temblaba el cuerpo con solo ver un colega a varios metros de distancia. Carolina solicitó la ayuda de otros amos, pidiéndoles que ataran a sus perros y que se acercaran poco a poco, acariciando ellos primero al animal temeroso para, después, controlar el acercamiento de sus mascotas. Siempre poco a poco, con recompensa mediante y evitando a los ejemplares ruidosos y demasiado bruscos.

LOS PROCESOS DE REEDUCACIÓN NO SON RÁPIDOS, PERO SÍ EFICACES. LAS PRISAS NO SON BUENAS CONSEJERAS PARA AHUYENTAR SUS FANTASMAS

El ejercicio se repitió una media de dos veces por semana a lo largo de varios meses. Raramente se pidió ayuda a los mismos amos. Los perros y las experiencias fueron variando. “El animal logró dominar su miedo en un par de meses, y lo superó por completo al cabo de cuatro”, asegura Carolina con cierto orgullo en la voz.

Invitar a casa a algún buenazo de cuatro patas para que, en terreno propio, los miedos vayan disminuyendo, también es buena idea. En cualquier caso, la adaptación llevará un tiempo. Las prisas no son buenas para ahuyentar fantasmas. Si en última instancia el animal no mejora su comportamiento, habrá que acudir a un educador canino. No son baratos, pero sí eficaces.

SI LE ESPANTAN LOS RUIDOS…

El pánico a los ruidos es relativamente común en ejemplares de naturaleza tímida o sobreprotegidos. No es necesario que se desate una tormenta para ver cómo el animal comienza a temblar buscando refugio e, incluso, se orina de miedo. En ocasiones basta con encender la aspiradora o dar un portazo.

La solución es este caso no es difícil. Lo más práctico es grabar el sonido que le da miedo, buscar un momento de complicidad con el animal y comenzar a acariciarle. Pasados unos minutos, reproducir la grabación a volumen muy bajo. Si no muestra temor, felicitarle con mimos y palabras cariñosas. Durante varias semanas, repetir el mismo proceso a la vez que se va aumentando gradualmente el volumen de la grabación.

Está técnica suele dar muy buenos resultados. No es habitual que en un ambiente de tranquilidad y mimos el animal se sobresalte al escuchar el sonido que teme a bajo volumen, más aún si su actitud pacífica se ve recompensada. En un plazo no muy largo, su reacción será normal. En algunos casos se necesitará más paciencia que en otros.

ESTRATEGIA POCO CONVENCIONAL

Carolina nos cuenta que en cierta ocasión le llevaron a un perro que tomaba medicación para controlar su miedo a sonidos de lo más dispar. Lo mismo le asustaba el claxon de un coche que el frenazo de un autobús. Todo lo que superaba en decibelios al vuelo de una mosca era susceptible de provocarle un sobresalto. “No era un caso fácil -explica Carolina-. El perro llegaba medicado, y aunque la química puede estar bien en ciertas ocasiones, no es suficiente”. Carolina optó por una retirada progresiva de las pastillas y apostó por un proceso de reeducación que comenzó con paseos por el campo porque “sospeché que el animal no estaba habituado a los sonidos naturales: crujir de hojas, ladridos fuertes de perros de campo, gritos de niños corriendo…”.

NUNCA HAY QUE…

Castigarle por sus temores. En esos momentos necesita que su amo le dé tranquilidad. Para que recupere la confianza, su amo puede ponerse en cuclillas, a su misma altura, y hablarle con calma mientras le acaricia.

 

Excederse con los mimos tampoco es bueno. El perro no debe pensar que cada vez que tenga miedo le van a colmar de achuchones y caricias. Una vez calmado, se acabó el mimo.

 

Sobreprotegerle es malo, muy malo. El animal tiene que correr riesgos, vivir experiencias , llevarse algún susto… Si le privamos de estas vivencias, se volverá inseguro y temeroso. Y tampoco será feliz.

 

Perder los nervios. Si el perro entra en pánico, su dueño tendrá que tomar el control de la situación con calma. Nada de gritos, palabras gruesas o gestos airados. Los perros son muy sensibles a la reacción de los amos y la situación podría empeorar. Y mucho.

Después, Echevarría recurrió a la técnica de la grabación, pero “solo daba resultado dentro de casa. En la calle seguía sobresaltándose. Algo ocurría. Pensé en un problema de sensibilidad auditiva. Descartado. Así que no me quedó más remedio que forzar un poco la situación”, nos cuenta la etóloga. Cómo lo hizo, o cómo no hizo, es una historia original. Nos la cuenta así:

“Metí al perro en un carrito de muñecas, lo arropé con su manta, coloqué a su alrededor objetos familiares, llevé algunas golosinas y su comida habitual. Fuimos con su familia al parque de atracciones. La cantidad de sonidos extraños era abrumadora. El pequeño de la casa pasaba junto a él, acariciando su cabeza cada vez que se sobresaltaba.

Retrasé un par de horas el momento de comer, y le puse la escudilla junto a una atracción de sonido moderado. Tomó su pienso sin rechistar, y apenas hizo caso a unos pequeños que chillaban junto a él. Comprendí que podía ganarle por el estómago. Desde entonces, cambiamos la estrategia. El perro comería en la vía pública, al albur de todos los sonidos callejero” ¿Resultó? “Resultó”, confirma Echevarría.

COMIENDO JUNTO A LA ESCOBA

Un perro pude entrar en estado de pánico con solo ver de lejos la olla exprés, la escoba o el inofensivo Papá Noel de Navidad. También puede encogerse de miedo ante la posibilidad de traspasar el umbral de la habitación más luminosa y alegre de la casa.

Para que esto cambie, vamos a esperar a que su estómago esté vacío. Cuando llegue la hora de comer, colocaremos su plato a una distancia prudencial del objeto de sus desvelos (1 ó 2 metros). El hambre le podrá. Pasados unos días, le mostraremos el objeto y veremos cómo reacciona. Es muy posible que sus miedos se hayan disipado.

En el caso de que se niegue a entrar en una habitación, haremos lo mismo. Pero si no entra, nunca hay que forzarlo. En este caso es mejor sacar el plato y dejarlo en el filo de puerta. Poco a poco se irá introduciendo la escudilla en la habitación hasta que el perro pierda el miedo. También ayuda jugar con él y deslizarle poco a poco dentro del habitáculo, corriendo, tirando pelotas dentro… Sea como sea, hay que hacer memoria y recordar qué ocurrió allí para que el perro se niegue a entrar. Como siempre, si el problema perdura lo prudente será consultar con un etólogo canino.

¡HORROR! LLEGAN VISITAS

El animal también puede asustarse con la llegada de personas desconocidas. Algunos ejemplares ladran furiosamente cuando el contador del gas o el repartidor llaman a la puerta, y no se muestran más complacientes con familiares o amigos. Esta actitud es la cara más agresiva del miedo a los intrusos. Los más tímidos no ladrarán, saldrán escopetados a esconderse como si hubieran visto al diablo.

¿Qué hacer? No hay que permitir al extraño tomar la iniciativa. Cuanto más intente acercarse, más se alejará el perro. Y si insiste en entablar relación, no sería raro que la respuesta del miedoso fuera utilizar su dentadura. ¿Cómo romper el hielo? El amo debe mediar con caricias y palabras tranquilas. Ofrecer al extraño un juguete o una golosina ante los ojos del animal, invitar suavemente a su mascota a mantener la calma mientras que el extraño le tira el juguete o la golosina cerca de él. No debe moverse cuando el perro se acerque –si lo hace- a recogerlo.

Evidentemente, ningún cartero se va a prestar a este ejercicio, pero posiblemente un buen vecino sí lo haga. Llevará cierto tiempo, y jamás se convertirá en el can más sociable del barrio, pero sí perderá parte de su temor a presencias extrañas. Y eso ya es mucho.

Miedos irracionales en perros¿AGRESIVO? BUSCA AYUDA PROFESIONAL

HAY PERROS QUE REACCIONAN A SUS MIEDOS CON AGRESIVIDAD. SI ESTO SUCEDE, HAY QUE BUSCAR ASESORAMIENTO PROFESIONAL

Luis Carreras nos cuenta en una carta que su Carlino, de ser un humano, se defendería de los extraños con palos, piedras y cerbatanas, “un cagaó en toda regla, vamos (sic)”. Nuestro asesor Lúcido Villalobos, etólogo, opina que salta a la vista que el animal ha tenido una mala experiencia con los extraños porque “una cosa es ladrar, y otra enseñar las armas defensivas”. Y añade que “la reeducación de este Carlino necesita asesoramiento profesional. Detrás de muchas conductas agresivas, está el miedo. Y cuando esto sucede, no valen recetas generales. Es necesario estudiar el caso individualmente”, concluye Villalobos.

 

Imágenes: Pixabay & Pexels

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