Pregunta: Hace unos días percibí que la orina de mi perro huele a amoniaco. Me asusté y vigilé sus micciones en busca de cambios de color, presencia de residuos o cualquier anomalía. No noté nada especial, salvo el olor. El veterinario cree que debo observarlo unas semanas más antes de hacerle pruebas. Me preocupa, sin embargo, que esté enfermo y el tiempo corra en su contra.
Respuesta: Los cambios de olor en la orina no son siempre signo de enfermedad. En principio, el mejor tratamiento para una orina que huele mal es una mayor ingesta de líquido. Algunos medicamentos, suplementos nutricionales o vitaminas pueden provocar, también, que la orina del perro huela a amoníaco, sobre todo si no se bebe agua suficiente.
Solo cuando el olor persiste después de una buena hidratación, habrá que valorar el estado de los riñones y descartar infecciones subyacentes. No obstante, Susana Cacho, veterinaria asesora de Thepets.es, explica que “es improbable que una infección renal no curse con síntomas más evidentes. En estos casos —aclara la experta—, la orina del perro huele a amoniaco, tiene un color amarillo oscuro y parece muy concentrada. Además, el enfermo tendrá otros síntomas que no pasan inadvertidos, como dolor y cambios de frecuencia en las micciones”.
No hay motivo de preocupación. El veterinario ha actuado con prudencia. Iniciar una batería de pruebas podrá suponer un gasto innecesario no exento de molestias, para ti y para tu perro. Vigila sus micciones, y solo si observas resto de sangre, dolor al orinar, incontinencia u otro signo anómalo, vuelve al veterinario antes del plazo que te ha indicado.
ESE PIPÍ…
El olor de la orina de un perro sano debe ser neutro. Los olores fuertes delatan que hay un alto nivel de residuos y poca agua. El olor puede recordar al amoniaco, al metal, al alcohol e incluso al pescado. Y también tener matices dulzones. Lo prudente es aumentar la ingesta de líquidos y observar si aparecen más síntomas. En la mayoría de los casos, todo queda en el aire.
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