¿Hablar con el perro es una tontería? No.Y si además le decimos cosas bonitas, mucho mejor. La ciencia da la razón a todos los que se comunican con su perro como si fueran la dulce abuelita de Piolín. Varias investigaciones han demostrado que el perro es sensible al tono de voz cursi y meloso. Y no solo eso, también percibe con gran claridad los mensajes corporales.

Un estudio de la Universidad de Nueva York concluye no solo que hablar con el perro está bien. Muy bien. También ha comprobado que para reforzar el vínculo y llamar su atención, lo mejor es hacerlo con voz voz dulce y pausada. Este estudio demuestra que el Naturalistic Dog Directed Speech (DDS) -o, lo que es lo mismo, el modo en el que hablamos a nuestros perros- es más eficaz cuanto más infantil parezca. Decir a nuestro perro cursiladas como eres la cosa más bonita de la casa, ven a mi lado chiquitín mío, o ¿quién va a sacar de paseo a la cosa más bonita del mundo?, es útil, es eficaz y una excelente forma de comunicarnos con él.

Bésame, abrázame, mímame

“Los perros saben leer nuestro estado de ánimo mejor que muchos humanos…”

La relación con nuestras mascotas es, digamos, muy humana. Y hablar con el perro es tan saludable como habitual. Según un estudio de la Fundación Affinity sobre el vínculo entre personas y animales de compañía, el 76% de los dueños aseguran que besan a sus perros como mínimo una vez al día, el 85% reconoce abrazarlo con frecuencia y un 63% confiesa que le dice a su perro cosas que no le diría a nadie más. Estos datos evidencian que la relación con nuestras mascotas puede llegar a ser muy intensa, llena de afectos y complicidad mutua.

No me grites, por favor

El estudio norteamericano antes mencionado también arroja dudas sobre la eficacia de los tonos graves e impositivos. Carmen Sigüenza, veterinaria experta en comportamiento animal, nos cuenta que educar a gritos no es eficaz: “no estoy humanizando a los perros. Solo constato que hablar con el perro en tono cariñoso y darle órdenes claras, pero con voz suave, es muy eficaz. Por el contrario, hablar con el perro a gritos o con severidad, confunde y despista al animal”.

“No eres el único: el 76% de los amos también besa a su perro todos los días”

La explicación es muy sencilla. Según Sigüenza, el tono infantil capta la atención y el severo produce temor. En el primer caso, el perro nos prestará atención plena porque “él siempre quiere agradarnos. Sin embargo, si le gritamos sentirá miedo, y le costará más entender qué es lo que queremos de él. Su atención estará dividida entre el temor, la confusión y el deseo de agradar al amo. Además, con toda seguridad nuestro lenguaje corporal será agresivo, algo que no le pasará inadvertido”.

Sabe qué te ocurre con solo ver tu mirada

Los perros son especialmente sensibles al lenguaje corporal. Si el vínculo es sólido, el perro podrá leer e interpretar con gran precisión una gran cantidad de gestos faciales y corporales. “Saben interpretar hasta la mirada. Pueden distinguir en ella alegría, tristeza, miedo, ilusión…”, asegura Sigüenza. “De acuerdo que son interpretaciones primarias”, aclara, “pero son suficientes y precisas. Un perro siempre sabe de modo inconsciente cuál es el estado anímico de su amo”.

Esta historia es real

“Hablar con el perro en tono infantil captará toda su atención”

Carmen Tachón, psicóloga especializada en terapia con animales, nos cuenta una preciosa historia que demuestra que la opinión de Sigüenza está bien fundamentada. “Recuerdo que Robert, un precioso Golden Retriever de dos años, fue adoptado por una familia con un pequeño con serias dificultades de relación social. Digamos que se llamaba Juan.

Juan era dulce y amable, pero muy inexpresivo. Recibió a Robert con enorme cariño. Entre ambos se creó un vínculo muy intenso. Juan comenzó a ser víctima de acoso escolar. Y cuando volvía a casa, Robert se fundía, literalmente, con el cuerpo de Juan. No se separaba de él ni un segundo. Hasta el punto de que sus padres le echaron un día de la habitación del pequeño. El perro comenzó a aullar desesperado. Lloraba. Arañaba la puerta.

Cuando pudo entrar e ir al encuentro de Juan, sucedió algo mágico. Los padres aseguran que, de algún modo, Robert besaba y abraza a su hijo. ¡Le estaba consolando! Robert supo, antes que sus padres, que a Juan le pasaba algo serio. Ese día Juan lo contó. Ese día sus padres constataron que Robert había sido capaz de leer el corazón de su hijo.

¿Cómo lo hizo? Podéis llamarme loca, pero estoy segura de que interpretó con precisión matemática todas y cada una de las señales de alarma, de dolor reprimido. De miedo. No se le escapó nada. Y no olvidemos que Juan es un niño de expresividad limitada. Sí, los perros leen nuestros gestos. No tengo la menor duda. Y en ocasiones con una finura que roza lo inexplicable”.

 

Imágenes de Pexels: Ketut Subiyanto. La Miko. Samson Katt.

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